viernes, 21 de octubre de 2011

Sangre, sudor y ...... zarzas (continuación)

Travesía BTT Alto y Medio Arlanza.

………Después de disfrutar como burros en un berzal por los huertos de Villanueva (alguna berza sí que había por allí), enseguida llegamos a La Revilla. Adornamos nuestra entrada por un single-track al lado de la valla de las piscinas del pueblo.

A estas horas el calor era sofocante y prometía más, así que, no perdimos la oportunidad de repostar en la fresquísima fuente-pilón que tienen los revillanos en la salida de su villa. Desde esta fuente ya divisábamos nuestro siguiente objetivo, éste consistía en subir una pequeña montañita ubicada al noroeste de La Revilla. Conforme ascendíamos este otero el Chuspy confundió un roble con un manzano, -se ve que el calor le empezaba afectar-.

En el gravoso descenso de este cerro el Javi nos hizo un adelantamiento fuera pista de la host….a; nos sorprendió este hecho por la inusitada habilidad del mencionado, la escena nos hizo soltar una sonora carcajada a todos también de la host….a.

A continuación recorrimos las dehesas de La Revilla y Ahedo. Lo hicimos por un sin fin de sendas entrelazadas para la ocasión, estas discurren por intrincados y frondosos vericuetos dentro de estos maravillosos parajes.

Al salir a un claro del bosque el parsimonioso y entretenido pedalear provocó el siguiente dialogo:

Chuspy: - ahora no estoy haciendo caso ni al GPS ni a nada, no tengo ni p…ta idea de donde estamos-

Javi: -joer, pues yo, desde el pueblo ese de la Romería estoy más perdido que Perry-

Roberto: -¡bah…, de que os quejáis!, eso no es nada, yo creo que llevo perdido toda la ruta-

Oscar: -ningún perdido se pierde-.

Todavía no habíamos salido de esta selva cuando dieron las dos y media. Excusándonos en las pretensiones del Javi decidimos que ya era hora de comer. Elegimos una abrigada y “acogedora” praderita para meternos entre pecho y espalda el apetitoso bocata que tanto habíamos mareado desde nuestra salida. El del Chuspy era grande y súper “energético”: de cecina, -nos lo dio a probar, ¡ñam, ñam…que requeté bueno estaba!-. Tras la charlita graciosa de la mini sobremesa (que no contaré porque no viene al caso) nos obligamos a continuar, la hierbita y la hojarasca del lugar nos estaban invitando a sestear, la tentación y el sopor eran muy fuertes, si sucumbíamos a ellos podríamos tener problemas para llegar de día a nuestro destino. Así que, sacando fuerzas de flaqueza vencimos a uno de los pecados capitales (que más se cometen) comenzando de nuevo a pedalear en cámara lenta.
 
El siguiente tramo consistía en atravesar unas tierras de labranza por caminos relativamente buenos. Estos, enlazaban, por explicarlo de alguna manera, la cara norte de la Peña de Carazo con la cara sur de la Peña de Barbadillo. En el trayecto nos encontramos con unos labradores, amablemente nos dieron el agua que les sobraba después de una dura jornada de siembra (nos vino de perillas para ir mitigando la “sezota” provocada por la cecina del Chuspy).

Entramos en la solana de la Peña de Barbadillo por el Robledal y a continuación rodamos por una zona tan bonita como desconocida: los viñedos de Contreras (sorprendente pero cierto, Contreras tiene viñas y hace vino, no es famoso, seguramente no sea muy bueno). La zona es un poquito exigente y laberíntica. La configuración de las terrazas a distintos niveles donde se asientan los viñedos hace que el recorrido a seguir sea un poco rompe piernas, y a la vez también bastante confuso por la proliferación de caminos y accesos a las distintas fincas. El guía de esta expedición parece que se conoce bastante bien el lugar, se movió como pez en el agua y nos saco de la zona con una facilidad asombrosa.

Subimos un kilometro por la pala de la pista que da acceso a las Tenadas de Valdelacasa, (esto se sale un poco de la filosofía de la ruta, pero la dureza de este muro lo compensa). Recorrimos el camino que lleva a la buitrera de Hortigüela como alma que lleva el diablo.

Intentamos negociar la VERTICAL del mirador con más ilusión que otra cosa, obviamente utilizamos la técnica de subir a pulso ya que no estábamos para hacer alardes de ningún otro tipo (Raúl Serrano seguramente la hubiese subido como una moto). De una forma u otra, la verdad, es que merece la pena ascender hasta este balcón. Desde aquí pudimos deleitarnos con unas maravillosas vistas y con el vuelo majestuoso de algún que otro buitre.

La vertiginosa bajada hasta el río que da nombre a la travesía es una pasada de guapa, ¡guapísima y rapidísima! Discurre por una sendita en zigzag entre sabinas y aligas. El piso de la misma está un poco sucio y suelto, lo que conlleva que una buena concentración en lo que estás haciendo sea vital para evitar “comprar terreno” y así salir ileso de este des trepe.

Ya más tranquilos, nos introducimos en el Cañón del Arlanza, seguimos rodando por la senda de pescadores que discurre por el margen izquierdo del río. A lo largo de sus más-menos 5 km esta vereda tiene un poco de todo: zonas rápidas, tramos técnicos, lugares puntualmente enmarañados, zonas lentas, tramos con arena, tramos con hierba, tramos con piedras, etc…, en fin, una senda completita y para nada aburrida. Se agradece el mantenimiento que nuestro amigo Julio Taboada hace de vez en cuando por aquí. Calmamos nuestra sed de caballo en una fuente junto al río, precisamente ésta nos la enseñó en alguna excursión por este cañón el susodicho Taboada.

Dejamos esta atractiva senda en el Puente De La Viña, atravesamos el mismo en dirección a Hortigüela por carretera. Le falto tiempo al Javi para preguntar rechistando: -¡¿Jo, pero Covarrubias no está para el otro lado?!-. Para atenuar su fastidio le explicamos metódicamente la siguiente jugada, y aunque a regañadientes, parece que aceptó el plan.

El siguiente objetivo consistía en llegar hasta el mirador del acantilado del Pozo Azul. Para ello deberíamos circular un kilometro aproximadamente por carretera y otro por una empinada pista, Así lo hicimos, quedamos encantados con las vistas del meandro que dibuja el Arlanza en este paraje (este tipo de cosas también hace que merezca la pena las chaquetas que nos metemos encima de la bicicleta).

Bajamos hasta la presa abandonada de Retuerta en un pis pas. Después de habernos medio arrastrado por kilómetros y kilómetros de veredas, sendas y senduchas, rodar por caminos relativamente decentes se convirtió en un ejercicio de velocidad y ya no tanto de habilidad. La sensación es igual o muy parecida a, cuando después de haber circulado durante horas con tu coche por malas carreteras de montaña sales a una autopista., te cambia el chip y te relajas, te olvidas de prestar tanta atención y el pie presiona con más fuerza el acelerador para ir más rápido, es más fácil todo pero, sin embargo más aburrido.

Atravesamos otra vez el río por el puente ruinoso de la fantasmagórica presa. El deterioro considerable del mismo hizo que nos llevara un buen rato atravesarlo, el Chuspy y el Javi no habían pasado nunca por aquí, y se tomaron su tiempo para hacerlo. Las pasaron más putas que en vendimias. El pánico y el vértigo les atenazaron a la hora de cruzarlo. Había momentos en los que no sabían donde poner los pies, donde poner la bicicleta, que hacer o que decir. Las bromas y las risas nerviosas de Oscar y Roberto al otro lado hacían presagiar lo peor. Gracias a Dios no tuvimos nada que lamentar, ¡menos mal!

Ya a salvo, el Chuspy dijo: -¡esta ruta es una pasada, pero lo que sobra es esta p….ta mierda de puente!, ¡no me volváis a traer más por aquí!-.

Continuamos por la intrincada y peligrosilla senda junto al río (en algunos puntos, muy junto al río), para más tarde seguir por un camino llano entre viñas hasta Covarrubias, donde dimos por concluida esta aventura. Nos homenajeamos por el éxito de la misma en el primer bar del pueblo, lo hicimos con varios litros de zumo de cebada y con una súper tortilla de chorizo que nos supo a teta de novicia.

Y colorín colorado este pedazo relato se ha acabado

 

El poder de convocatoria de esta KDD no tuvo mucho éxito, pero tenemos que decir que la calidad de sus cuatro participantes superó con creces cualquier tipo de masificación.

Conclusiones: una ruta diferente, laboriosa pero a la vez entretenida y muy, muy divertida. Nos dejó buen sabor de boca, seguro que algún día la repetiremos. Muy recomendable para los amantes de las sendas, veredas y singles-tracks, no tendréis tiempo de aburriros, ¡está garantizado!.

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